domingo, 27 de mayo de 2012


Una renovada educación
Por Carlos Díaz Chavarría

          Señalaba el profesor Jaime Vera que “la transformación social no se  engendra directamente por la educación.  Se engendra por la aplicación de la educación.  Y la aplicación de la educación es acción,  acción inteligente, pero acción”. Y esto no se hace más pertinente ante la complejidad de las demandas políticas, económicas, culturales y sociales del siglo XXI, en donde el ámbito educativo también se ve inmerso en un eminente proceso de formación dentro de lo que es la sociedad global del conocimiento, de la era tecnológica, de exigencias del mercado y de diversidades sociales .

          En este sentido, como señala Gardner (2005), “la indudable hegemonía de la ciencia y la tecnología plantea nuevos retos a la educación. Los jóvenes deben aprender a pensar de manera científica si quieren entender el mundo moderno y participar en él”. Valdría la pena, entonces, preguntarse, tal y como lo hacen Levy y Murnane  (2007), “¿cuál educación y cuáles habilidades se necesitan para tener un empleo decente en el mercado laboral creado por las computadoras y la globalización?”.


          Ciertamente el alcance mundial que ha tenido la globalización, lo complejo de la vida social y la gran cantidad de nuevos y acelerados conocimientos que la tecnología ha generado, ha hecho que de diferentes grupos de investigación educativa germinen diversos intereses e iniciativas por hacer de la educación desarrollo, y sus respectivas competencias, una adecuada manera de darle respuesta a estos cambios, “educar la mente es una tarea muy valiosa y no queremos que se haga de una manera impulsiva”, era lo que señala Gardner (2005). Por ello la educación, en este siglo, debe basarse en el aprendizaje de un pensamiento autónomo, lógico, autoexpresivo, autorregulado y analítico, es decir un pensamiento crítico, disciplinado, respetuoso y creativo.

          Tal objetivo no debe postergarse, o no debe enfocarse de manera superficial, de ahí que se haga una tarea imperiosa garantizar la calidad de las universidades mediante una pronta, efectiva y eficaz relectura de la enseñanza y el aprendizaje educativo dentro de la complejidad del conocimiento, globalización e intereses laborales de nuestros tiempos. De hecho la exagerada proliferación de centros educativos obliga a las universidades tanto públicas como privadas, desde una óptica ética, moral y profesional, a contar con un currículo impregnado del sustento de habilidades cognitivas como el análisis y la inferencia, o afectivas como la empatía, el respeto, la autoestima y el trabajo en equipo. Esto le puede permitir al centro educativo, en especial al profesorado, ofrecerle a los estudiantes una enseñanza en donde los saberes guarden relación con el mundo real para ejercer idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores profesionales y humanos.
          Como indicara Gardner (2005), “la educación para el futuro deberá ayudar a más personas a comprender las mejores cualidades de los mejores seres humanos”, pero también, en términos de Levy y Murnane (2007), “no deberíamos esperar una transición fácil. El enseñar el pensamiento especializado y la comunicación compleja requerirá ajustes significativos, y la demografía de la nación no está de nuestro lado”. Quizás la labor no sea sencilla, pero ello no es excusa para no proponerse a replantear el quehacer universitario.

         Pese a esto, la situación no se presenta de manera muy sencilla ya que, según los resultados del “Estudio Global de Capital Humano 2008” realizado por IBM a más de 400 ejecutivos de recursos humanos en el mundo (Acevedo, 2011), el ritmo de la globalización no necesariamente está junto a la capacidad  para formar líderes quienes hagan posible el crecimiento de las empresas, de ahí que, como señalara la líder de la “Práctica de Human Capital Management en IBM para América Latina”, Alejandra DAngostino (como se citó en Carriego, 2010), “es recomendable gestionar talentos a través del trabajo directo con universidades e instituciones de educación secundaria”.

        También Montes, director del Sistema Nacional de Aprendizaje para el Trabajo (como se citó en Carriego, 2010), señala que en la actualidad, tanto para el sector educativo como empresarial, el generar competencias en los líderes futuros constituye una tarea fundamental para que los ambientes de aprendizaje se parezcan cada vez más al mundo productivo. De ahí que el papel de la educación no es solamente brindar un sustento académico sino el de fortalecer los conocimientos de los alumnos y brindarles las competencias necesarias para obtener buenos resultados en el ámbito laboral.

          Basta observar muchos de los clasificados que aparecen en la prensa escrita para darse cuenta de que en muchas empresas, además de la pertinencia de un título, se exigen competencias como el liderazgo, la interrelación personal, la capacidad creativa, el trabajo autónomo, el interés por actualizarse, el espíritu emprendedor, la capacidad de análisis, la toma de decisiones, la resolución de conflictos, la capacidad de negociación y el fomento de destrezas tanto en la comunicación oral como escrita (Carriego, 2010).

          Cheng (2007), precisamente expone que entre los requisitos que se les está exigiendo a los futuros profesionales se encuentran la capacidad para la toma de decisiones, la solución de problemas, el trabajo en equipo, flexibilidad en el tratamiento de las diferencias personales y conflictos, relaciones positivas con sus compañeros de trabajo, habilidades de comunicación, mayor capacidad de socialización, mayor comprometidos en el aprendizaje, auto-confianza, auto-reflexión, el ser emprendedores y aplicación del pensamiento crítico.

          En este sentido, además, el lograr estudiantes críticos permite que no se llegue a niveles de impulsividad los cuales promuevan el emitir opiniones sin fundamento o de manera instintiva, por el contrario lo que se busca es que los alumnos se conviertan en estudiantes activos, quienes reconozcan y aprendan de sus yerros, escuchen y evalúen diversos puntos de vista, utilicen fuentes de información para realizar investigaciones objetivas, traten de buscar soluciones racionales a los problemas, mantengan la mente abierta a ideas nuevas y lleguen a desarrollar la autodisciplina (Martín, 2011).

          De ahí que los centros universitarios, tanto públicos como privados, deben incorporarse a la vida social con un evidente signo de cambio que sea congruente con las innovaciones, requerimientos, necesidades y demandas de los estudiantes para hacer de ellos profesionales quienes les respondan de manera pertinente a la sociedad. Se deben formar ciudadanos comprometidos con su entorno e individuos con una clara conciencia social; alumnos integrales con un alto grado de sustento crítico-humanista, que les permita enfrentar de la manera más eficaz este contexto (Díaz, 2011).

          Alumnos libres, activos, propositivos e independientes quienes puedan, de manera racional, hacerle frente a las diversas problemáticas presentadas en el ámbito social y puedan dar contribuciones positivas a dicho sector. De ahí que estas demandas deban enfocarse a una renovada consideración del concepto de calidad educativa y una constante preocupación por mejorar tanto los procesos como los resultados, tal y como expone Cheng (2007), “la educación debe regresar a su premisa original de preparar ampliamente a los jóvenes para su futuro”.

            El propósito es formar alumnos, ciudadanos, quienes desarrollen una manera de pensar con criterios propios, a partir de la investigación, de una reflexión constante, con el fin de que puedan ver y analizar la realidad desde diversas perspectivas y lecturas  para replantearse los modelos establecidos, y muchas veces impuestos, mediante la propuesta de ideas y opciones nuevas. De ahí que en un mundo en donde parte del sistema educativo parece extraviarse en el individualismo y la instrumentalización, el llamado que debe imperar es el de rescatar al humano que está detrás de cada alumno, para devolverle el control soberano sobre su existencia en el ámbito intelectual y espiritual. Se trata es de ir más allá del contenido para trascender con el fin de invertir más en el pensamiento y el capital humano de los estudiantes (Díaz, 2010).
        Ello es esencial en la búsqueda de alumnos con liderazgo y un desarrollo humanístico lo cual les permita no sólo analizar, construir y evaluar los conocimientos sino, también, aplicarlos e integrarlos en su contexto con el fin de que desarrollen una conciencia democrática en la medida en que se comprometan con sus valores y conductas como parte activa de una sociedad (Laerreta, 2010). Pues alumnos informados, con sentido crítico, con criterio propio y con un alto grado de racionalidad, serían capaces de dar mayores aportes positivos al país, de hacer mejores elecciones políticas, de desarrollar un mayor nivel de conciencia social y estarían menos expuestos a la manipulación pues tendrían un mayor de nivel de conciencia y de información para enfrentar situaciones tanto desde aspectos democráticos hasta económicos (Facione, 2007).

        Definitivamente este mantener viva la mente y la sensibilidad de los estudiantes, como lo llamaba Gardner (2005) hoy se convierte en una necesidad no sólo social, sino económica pues muchas de las empresas nacionales e internacionales solicitan trabajadores quienes sepan resolver problemas, trabajar en equipo, capaces de adaptarse a situaciones nuevas o tomar decisiones de manera creativa, pero a la vez, se requiere educar más allá del ámbito profesional para lograr, como señala Cheng (2007), que se genere un

desarrollo personal en dominios que son más pertinentes a su futuro, incluyendo el desarrollo de una pasión por la naturaleza, un compromiso con la sociedad (por medio de membrecía en grupos), perseverancia, habilidad de liderazgo, apreciación por las artes, habilidades interpersonales, fluidez en un segundo o tercer idioma, familiaridad con otras culturas, sentido de justicia, creencia en derechos de igualdad y tolerancia de la diversidad y la pluralidad –una educación en mayor sincronía con las realidades de una era global.

          Ciertamente en el tanto las universidades estén abiertas a asumir los procesos de cambio y de redefiniciones curriculares acorde con las posturas del ejercicio profesional, podrá establecerse un modelo pedagógico en donde el estudiante pueda asumir, desde el pensamiento crítico, una postura flexible, reflexiva, activa y coherente con las exigencias socio-laborales, es decir, una patente responsabilidad social  la cual es una condición indispensable para el bien común y el desarrollo humano y nacional. (Jiménez, 2002)

        Ante este panorama, se debe tener en cuenta que las universidades deben estar presentes en la vida social como agentes de cambio. O. Chávez (comunicación personal, 3 de agosto de 2011) afirma que desde su perspectiva como educadora es básico el apoyo de los centros universitarios para lograr cambios significativos en los planes de estudio, en especial que se orienten a contenidos y dinámicas que despierten la competitividad, los valores, la racionalidad y el compromiso de los alumnos por servirle a su sociedad, pues como lo expresaba el psicólogo Jean Piaget: “La meta principal de la educación es crear personas que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir  lo que otras generaciones han hecho”. (Ballenato, 2007)

        Entonces nadie que se vanaglorie de respetar la enseñanza puede hacer caso omiso del gran valor de la educación como fenómeno social, y de la necesidad de modelos curriculares que logren integrar, idóneamente, a los educandos a la sociedad, y  aporten a la conformación de la realidad cultural y laboral de los distintos grupos humanos. Porque como dijera Mauro Fernández: “La educación es un supremo bien, pues con ella se persiguen deliberadamente la democracia y la cultura”. Por ello es fundamental establecer una orientación diferente en el ámbito educativo que incorpore una comprensión más productiva de la enseñanza y el estudio. (Meier, 2010)


        Para cumplir tal misión, los profesores deben ser congruentes, es decir, el docente debe también, desde su rol profesional y como modelo para sus alumnos, mostrar su compromiso con la sociedad y su pensamiento crítico acerca de cuestiones significativas del entorno educativo, laboral y social. Esto es vital pues, como señalara Gardner (2005), son una especie de mentores para los estudiantes, por lo cual representaría un inconveniente  que los docentes no sean un constante ejemplo para sus alumnos de una activa y comprometida participación ciudadana, no generaran cambios de actitudes, no incitaran a la reflexión, evitaran que el alumno participara activamente, no promoviera la toma de conciencia o se enfocara solamente a ser profesor académico. Si se deja de lado su labor de formadores de humanidad, los docentes se convertirían, sencillamente, en una especie de “antivalores” (Gardner, 2005).

          Ahora bien, esta preocupación política por lograr estándares de calidad no es reciente, ya en la Grecia Clásica, con Platón (427-347 a.C.) y Aristóteles (384 a.C.), aparece la idea de que “la educación debe estar garantizada por los poderes públicos” (Cano, 1998), posteriormente con las primeras casas de enseñanza durante la Ilustración se avanza en este aspecto, pese a esto, y al auge que le dieron los Organismos Internacionales en el siglo XX como la UNESCO, el Banco Mundial (BM), la Organización para la Cooperación Desarrollo Económico (OCDE) y su Centro para la Investigación de la Enseñanza (CERI) en Europa, unido a la Organización Internacional del Comercio (OMC) y la Comunidad Europea (CE), las cuales han impactado enormemente en sus regiones y el resto del mundo, la educación sigue presentando grandes deficiencias en especial con la calidad educativa de cara a la globalización (Cano, 1998). 

        En el caso de Costa Rica el cambio de paradigma suscitado a finales del siglo XX ha significado una renovada manera de percibir el mundo y cómo se da su propio desarrollo, la idea es abocarse a una manera humanista, integral, de percibir el entorno en la cual el ámbito educativo debe asumir una responsabilidad protagónica, así lo indica el ex ministro de Educación, durante el período 1994-1998, Eduardo Doryam (Consejo Superior de Educación, 2009), al señalar que los humanos solamente pueden lograr una visión integral a través de una oferta académica en la cual tanto los conocimientos como los procesos para construirlos, reconstruirlos y aplicarlos, deben estar decisivamente incorporados de manera analítica y reflexiva en el proceso educativo para desembocar en atinados mecanismos de cohesión social y laboral, de acuerdo con las exigencias de la imperante globalización


        Sencillamente se trata de apostar por una renovada educación, en donde se forme a los estudiantes como ciudadanos solidarios, responsables, críticos, pensantes y participativos. Es repensar los desafíos a la innovación educativa y establecer un diálogo entre aprendizaje, servicio, educación y compromiso social. Representa  tomar en cuenta los nuevos actores sociales, las nuevas problemáticas y las nuevas posibilidades de participación para abrir los horizontes de una educación de mayor calidad y, por ende, de una sociedad costarricense más pensante, activa, plural y humanista. Ahora bien, como se preguntara Cheng (2007), ¿esta es la sociedad a la cual nuestros estudiantes van a entrar luego de la graduación?, ¿los estamos preparando adecuadamente para una integración exitosa?...



Referencias



        
Carriego, C. (2010).  Gestionar una escuela comprometida con las demandas de su tiempo. Recuperado de http://www.rieoei.org/deloslectores/1421Carriego.pdf
Cheng, K. (2007).  El lugar de trabajo postindustrial y los retos de la educación. Recuperado de http://bb9.ulacit.ac.cr/bbcswebdav/courses/2C-021005G1/Cheng.pdf

Consejo Superior de Educación. (1990). La política educativa en el siglo XXI.
Recuperado de
http://es.scribd.com/doc/17323146/Politica-Educativa-Hacia-el-Siglo-XXI



Facione, P. (2007). Pensamiento Crítico. ¿Qué es y por qué es importante? Recuperado de http://www.eduteka.org/PensamientoCriticoFacione.php

Levy, F. & Murnane, R. (2007). How computerized work and globalization shape human skill demands. Recuperado de http://bb9.ulacit.ac.cr/bbcswebdav/courses/2C021005G1/Levy%20y%20Murnane.pdf

Garay, C. (2011) La educación es tarea de todos. Blog. Recuperado de http://ciap.blogspot.es/

Gardner, H. (2005). Las cinco mentes del futuro: Un ensayo educativo. México: Paidos.


Jiménez, M. (2002). Educar para la responsabilidad social. Recuperado de http://www.prohumana.cl/minisitios/feria/presenta/Educar.pdf
Laerreta, B. (2010). El  pensamiento crítico en las aulas universitarias. Recuperado de http://www.portalfitness.com/Nota.aspx?i=7640
Martín, E.  (2011). Críticos o criticones. Recuperado de            http://www.lja.mx/opinion/perspectiva-tec-diana-garcia-trevino/1200-criticos-o-criticones
   Meier, D. (2010). Are  National  Standards the  Right  Move?  Educational Leadership. Recuperado de http://web.ebscohost.com/ehost/detail?hid=12&sid=040ebd0b-b736-4f4d-
9b8e11a300a8190e%40sessionmgr12&vid=3&bdata=Jmxhbmc9ZXMmc2l0ZT1laG9zdC1saXZl#db=aph&AN=48972503





sábado, 26 de mayo de 2012


¿Devolverse o no devolverse?...

          La función de los profesores, o por lo menos una de las tantas que posee y con la cual me identifico, es la de fomentar un modelo constructivo del aprendizaje en donde el docente no entregue información cerrada para ser simplemente fijada por los estudiantes ni cierre las posibilidades del constante cuestionamiento. Por el contrario debe dar la libertad para que ellos formen parte activa del proceso de enseñanza-aprendizaje, y si en este trayecto, en algún momento, el docente debe retomar cierta información que no fue asimilada por todos al mismo tiempo, o empieza un curso e donde los alumnos deben repasar ciertas destrezas para lograr una nivelación con respecto a los otros, tiene la responsabilidad de hacerlo.
 
          Una clase es un ámbito con diferentes personalidades, pensamientos, inteligencias, experiencias, realidades…, por lo cual no todos van a adquirir la información por igual; ahora bien si un docente desea prever esta situación de que los estudiantes estén preguntando para que otros que ya adquirieron el conocimiento no se molesten o aburran, entonces se debe tratar, en la medida de las posibilidades, construir y transmitir el conocimiento de una manera clara, concreta, coherente y directa, utilizando bastantes ejemplos e infiriendo qué se necesita reforzar. Y cuando algún estudiante pregunta algún aspecto sobre lo ya estudiado, en lugar de contestarlo el profesor, le puede pedir a otro estudiante (quien ya haya asumido el conocimiento) que dé la respuesta para hacer que el aprendizaje se desarrolle de manera más colaborativa.

          También se pueden brindar material extra. Por ejemplo algunos estudiantes de Pensamiento Crítico no tuvieron que llevar Redacción y estilo (en donde se estudia cómo hacer un ensayo argumentativo), entonces cuando en Pensamiento deben elaborar uno, es muy difícil que me ponga a dar una clase sobre esto, pero hay ciertos aspectos claves que retomo cuando estudiamos la argumentación y, además, les subo un documento elaborado por mí en donde se detallan las características del ensayo argumentativo para que ellos no se sientan en desventaja con respecto a los demás que si llevaron la clase de Redacción, igual les puede servir a estos últimos para refrescar la información. Se trata también de despertar en ellos la curiosidad y la autonomía intelectual para no caer en una absoluta dependencia, pero ellos sí deben sentir que cuentan con el respaldo y la ayuda del profesor para que se motiven a lograr un mejor aprendizaje. Si algún profesor no se devuelve por pereza o autoritarismo, estaría poniéndole trabas a una educación de calidad para todos los participantes del proceso educativo.


Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo,
 involúcrame y lo aprendo”
-Benjamín Franklin-

Saludos.  






sábado, 19 de mayo de 2012




Dos caras de la misma moneda…
Por Carlos Díaz Chavarría




           Señalaba el psicólogo suizo Jean Piaget que “la meta principal de la educación es crear humanos que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho”. Esta máxima no posee mayor relevancia que en esta época de constantes cambios en el ámbito político, económico, social y cultural en donde se hace una tarea imperiosa que las universidades, desde una óptica ética, moral, profesional y humanística, garanticen la calidad de la enseñanza superior mediante una pronta, efectiva y eficaz relectura del aprendizaje educativo, para que este les ofrezca a los estudiantes, a cabalidad, los conocimientos y las herramientas necesarias para ejercer idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores humanos.


          Dentro de este contexto, los conceptos de aprender y educar cobran una vital función dentro del ámbito educativo, pues ambos giran en torno a la dinámica de la enseñanza, en este caso, la universitaria. Por un lado, aprender implica un proceso que se produce, esencialmente desde dentro del estudiante, esto significa que requiere la organización de actividades para que se logre que todo cambio sea relativamente permanente y que los conocimientos, actitudes y habilidades se den como consecuencia de la práctica (Real Academia Española, 2012). De ahí que aprender implica siempre, de alguna forma, “desaprender”, por ello constituye un valioso ingrediente para el crecimiento educativo de la sociedad porque su centro lo constituye la construcción, la cual desplaza, afortunadamente, a la simple recepción, repetición y memorización; bien lo señalaba el psicólogo Gardner (1999): “el objetivo de educar es para la comprensión, no para la repetición de conceptos”.


          Por otro lado, la palabra educar proviene del latín educere (guiar, conducir) o educare (formar, instruir), constituye un proceso por medio del cual se transmiten costumbres, valores, conocimientos y formas de actuar, dentro de un contexto social, con el fin de fomentar las habilidades intelectuales, espirituales y morales de quienes lo reciben. Entonces, en su concepto tradicional, educar implica ayudar a otra persona  a desarrollarse al máximo, ello significa que quien proporciona educación a un tercero no se limita a transmitirle conocimientos o a iniciarlo en la práctica de un arte, un oficio o una profesión, sino que debe brindarle, fundamentalmente, una enseñanza humanista. Es decir, debe enseñarle a adoptar un aprendizaje  responsable ante la vida, esto conlleva una visión más constructiva del hacer en el aula, más dialógica e integral entre el aprender y el educar; el aprender, entonces, en un sentido más concreto, es un llegar a educar.


            Como ejemplo, en la actualidad, de este necesario vínculo entre el aprender y el ámbito educativo,  se puede mencionar el enfoque constructivista ya que se sustenta en la idea de que la finalidad de la educación impartida es promover los procesos de crecimiento personal del estudiante, en el marco de la cultura del grupo al que pertenece; es decir, educa a pensar y actuar sobre contenidos significativos. Este enfoque sostiene que el individuo en los aspectos cognoscitivos, sociales y afectivos no es un mero producto del ambiente ni un simple resultado de sus disposiciones internas, sino una construcción propia que se va produciendo diariamente como resultado del aprendizaje adquirido mediante el factor educativo (Serrano, 2011). Ante esta perspectiva, el estudiante es guiado por el facilitador, quien busca fomentar competencias y valores cognitivos y afectivos, ya que es el propio estudiante quien construye el conocimiento, aprende de manera autónoma y se vuelve un agente activo cuando explora, descubre y propone.


           Por ello, la función de las universidades no puede limitarse a crear las condiciones óptimas para que los actores del proceso educativo desplieguen una actividad mental constructiva, rica y diversa, deben intentar, además, orientar esta actividad con el fin de que la construcción de los estudiantes se acerque a lo que significa y representa el aprender y el educar como saberes culturales y constructos sociales que deben funcionar integralmente. Esto, sin duda, representa un gran estímulo para rediseñar, repensar y reconstruir el hacer de las universidades y, por ende, un evidente aporte en  la búsqueda de una educación superior más productiva que contribuya, con mayor conciencia, al progreso nacional. El asunto es que tal propósito no quede solo en palabras sino que se convierta en hechos, pues tal y como lo señaló el poeta alemán Johann Wolfgang Goethe: “No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”.


Referencias


Gardner, H. (1999). La escuela ideal es la que enseña a aprender. Recuperado de http://www.muyinteresante.es/howard-gardner



Real Academia Española. (2012). Diccionario de la lengua española. Recuperado de  http://www.rae.es/rae.html

Serrano, J. (2011). Enfoques constructivistas en educación. Recuperado de
                       http://redie.uabc.mx/contenido/vol13no1/contenido-serranopons.pdf

miércoles, 16 de mayo de 2012


"El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre
piensa todo lo que dice" -Aristóteles-

Un excelente video acerca de las habilidades que caracterizan al Pensamiento Crítico como el análisis, la explicación, la autonomía, la inferencia, la tolerancia, el cuestionamiento, el no prejuzgar o la autorregulación.





"Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender, peligroso"
-Confucio-
Frases críticas: Reflexiones de autores famosos o anónimos que fomentan habilidades del Pensamiento Crítico.
¿Qué es y por qué es importante el Pensamiento Crítico?