Señalaba
el profesor Jaime Vera que “la transformación social no se engendra directamente por la educación. Se engendra por la aplicación de la
educación. Y la aplicación de la
educación es acción, acción inteligente,
pero acción”. Y esto no se hace más pertinente ante la complejidad de
las demandas políticas, económicas, culturales y sociales del siglo XXI, en
donde el ámbito educativo también se ve inmerso en un eminente proceso de
formación dentro de lo que es la sociedad global del conocimiento, de la era
tecnológica, de exigencias del mercado y de diversidades sociales .
En este sentido, como señala Gardner
(2005), “la indudable hegemonía de la ciencia y la tecnología plantea nuevos
retos a la educación. Los jóvenes deben aprender a pensar de manera científica si
quieren entender el mundo moderno y participar en él”. Valdría la pena,
entonces, preguntarse, tal y como lo hacen Levy y Murnane (2007), “¿cuál educación y cuáles habilidades
se necesitan para tener un empleo decente en el mercado laboral creado por las
computadoras y la globalización?”.
Ciertamente el alcance mundial que ha
tenido la globalización, lo complejo de la vida social y la gran cantidad de
nuevos y acelerados conocimientos que la tecnología ha generado, ha hecho que de
diferentes grupos de investigación educativa germinen diversos intereses e
iniciativas por hacer de la educación desarrollo, y sus respectivas competencias,
una adecuada manera de darle respuesta a estos cambios, “educar la mente es una
tarea muy valiosa y no queremos que se haga de una manera impulsiva”, era lo
que señala Gardner (2005). Por ello la educación, en este siglo, debe basarse
en el aprendizaje de un pensamiento autónomo, lógico, autoexpresivo,
autorregulado y analítico, es decir un pensamiento crítico, disciplinado, respetuoso
y creativo.
Tal objetivo no debe postergarse, o
no debe enfocarse de manera superficial, de ahí que se haga una tarea imperiosa
garantizar la calidad de las universidades mediante una pronta, efectiva y
eficaz relectura de la enseñanza y el aprendizaje educativo dentro de la
complejidad del conocimiento, globalización e intereses laborales de nuestros
tiempos. De hecho la exagerada proliferación de centros educativos obliga a las
universidades tanto públicas como privadas, desde una óptica ética, moral y
profesional, a contar con un currículo impregnado del sustento de habilidades
cognitivas como el análisis y la inferencia, o afectivas como la empatía, el
respeto, la autoestima y el trabajo en equipo. Esto le puede permitir al centro
educativo, en especial al profesorado, ofrecerle a los estudiantes una
enseñanza en donde los saberes guarden relación con el mundo real para ejercer
idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá
y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores
profesionales y humanos.
Como indicara Gardner (2005), “la
educación para el futuro deberá ayudar a más personas a comprender las mejores
cualidades de los mejores seres humanos”, pero también, en términos de Levy y
Murnane (2007), “no deberíamos esperar una transición
fácil. El enseñar el pensamiento especializado y la comunicación compleja
requerirá ajustes significativos, y la demografía de la nación no está de
nuestro lado”. Quizás la labor no sea
sencilla, pero ello no es excusa para no proponerse a replantear el quehacer
universitario.
Pese
a esto, la situación no se presenta de manera muy sencilla ya que, según los resultados del “Estudio Global de Capital Humano 2008” realizado
por IBM a más de 400 ejecutivos de recursos humanos en el mundo (Acevedo,
2011), el ritmo de la globalización no necesariamente está junto a la
capacidad para formar líderes quienes
hagan posible el crecimiento de las empresas, de ahí que, como señalara la líder
de la “Práctica de Human Capital Management en IBM para América Latina”, Alejandra
DAngostino (como se citó en Carriego, 2010), “es recomendable gestionar
talentos a través del trabajo directo con universidades e instituciones de
educación secundaria”.
También Montes,
director del Sistema Nacional de Aprendizaje para el Trabajo (como se citó en
Carriego, 2010), señala que en la actualidad, tanto para el sector educativo
como empresarial, el generar competencias en los líderes futuros constituye una
tarea fundamental para que los ambientes de aprendizaje se parezcan cada vez
más al mundo productivo. De ahí que el papel de la educación no es solamente
brindar un sustento académico sino el de fortalecer los conocimientos de los
alumnos y brindarles las competencias necesarias para obtener buenos resultados
en el ámbito laboral.
Basta observar muchos de los
clasificados que aparecen en la prensa escrita para darse cuenta de que en
muchas empresas, además de la pertinencia de un título, se exigen competencias
como el liderazgo, la interrelación personal, la capacidad creativa, el trabajo
autónomo, el interés por actualizarse, el espíritu emprendedor, la capacidad de
análisis, la toma de decisiones, la resolución de conflictos, la capacidad de
negociación y el fomento de destrezas tanto en la comunicación oral como
escrita (Carriego, 2010).
Cheng (2007), precisamente expone que
entre los requisitos que se les está exigiendo a los futuros profesionales se
encuentran la capacidad para la toma de decisiones, la
solución de problemas, el trabajo en equipo, flexibilidad en el tratamiento de
las diferencias personales y conflictos, relaciones positivas con sus
compañeros de trabajo, habilidades de comunicación, mayor capacidad de socialización,
mayor comprometidos en el aprendizaje, auto-confianza, auto-reflexión, el ser
emprendedores y aplicación del pensamiento crítico.
En este sentido, además,
el lograr estudiantes críticos permite que no se llegue a niveles de
impulsividad los cuales promuevan el emitir opiniones sin fundamento o de
manera instintiva, por el contrario lo que se busca es que los alumnos se
conviertan en estudiantes activos, quienes reconozcan y aprendan de sus yerros,
escuchen y evalúen diversos puntos de vista, utilicen fuentes de información
para realizar investigaciones objetivas, traten de buscar soluciones racionales
a los problemas, mantengan la mente abierta a ideas nuevas y lleguen a
desarrollar la autodisciplina (Martín, 2011).
De ahí que los centros universitarios,
tanto públicos como privados, deben incorporarse a la vida social con un
evidente signo de cambio que sea congruente con las innovaciones,
requerimientos, necesidades y demandas de los estudiantes para hacer de ellos profesionales
quienes les respondan de manera pertinente a la sociedad. Se deben formar ciudadanos
comprometidos con su entorno e individuos con una clara conciencia social;
alumnos integrales con un alto grado de sustento crítico-humanista, que les
permita enfrentar de la manera más eficaz este contexto (Díaz, 2011).
Alumnos libres, activos, propositivos
e independientes quienes puedan, de manera racional, hacerle frente a las
diversas problemáticas presentadas en el ámbito social y puedan dar contribuciones
positivas a dicho sector. De ahí que estas demandas deban enfocarse a una
renovada consideración del concepto de calidad educativa y una constante
preocupación por mejorar tanto los procesos como los resultados, tal y como
expone Cheng (2007), “la educación debe regresar a su
premisa original de preparar ampliamente a los jóvenes para su futuro”.
El
propósito es formar alumnos, ciudadanos, quienes desarrollen una manera de
pensar con criterios propios, a partir de la investigación, de una reflexión
constante, con el fin de que puedan ver y analizar la realidad desde diversas
perspectivas y lecturas para
replantearse los modelos establecidos, y muchas veces impuestos, mediante la propuesta
de ideas y opciones nuevas. De ahí que en un mundo en donde parte del sistema
educativo parece extraviarse en el individualismo y la instrumentalización, el
llamado que debe imperar es el de rescatar al humano que está detrás de cada
alumno, para devolverle el control soberano sobre su existencia en el ámbito
intelectual y espiritual. Se trata es de ir más allá del contenido para trascender
con el fin de invertir más en el pensamiento y el capital humano de los
estudiantes (Díaz, 2010).
Ello es esencial en la
búsqueda de alumnos con liderazgo y un desarrollo humanístico lo cual les
permita no sólo analizar, construir y evaluar los conocimientos sino, también,
aplicarlos e integrarlos en su contexto con el fin de que desarrollen una
conciencia democrática en la medida en que se comprometan con sus valores y
conductas como parte activa de una sociedad (Laerreta, 2010). Pues alumnos
informados, con sentido crítico, con criterio propio y con un alto grado de
racionalidad, serían capaces de dar mayores aportes positivos al país, de hacer
mejores elecciones políticas, de desarrollar un mayor nivel de conciencia
social y estarían menos expuestos a la manipulación pues tendrían un mayor de
nivel de conciencia y de información para enfrentar situaciones tanto desde
aspectos democráticos hasta económicos (Facione, 2007).
Definitivamente este mantener viva la mente y
la sensibilidad de los estudiantes, como lo llamaba Gardner (2005) hoy se
convierte en una necesidad no sólo social, sino económica pues muchas de las
empresas nacionales e internacionales solicitan trabajadores quienes sepan
resolver problemas, trabajar en equipo, capaces de adaptarse a situaciones
nuevas o tomar decisiones de manera creativa, pero a la vez, se requiere educar
más allá del ámbito profesional para lograr, como señala Cheng (2007), que se genere
un
desarrollo
personal en dominios que son más pertinentes a su futuro, incluyendo el desarrollo
de una pasión por la naturaleza, un compromiso con la sociedad (por medio de membrecía
en grupos), perseverancia, habilidad de liderazgo, apreciación por las artes,
habilidades interpersonales, fluidez en un segundo o tercer idioma,
familiaridad con otras culturas, sentido de justicia, creencia en derechos de
igualdad y tolerancia de la diversidad y la pluralidad –una educación en mayor
sincronía con las realidades de una era global.
Ciertamente en el tanto las universidades
estén abiertas a asumir los procesos de cambio y de redefiniciones curriculares
acorde con las posturas del ejercicio profesional, podrá establecerse un modelo
pedagógico en donde el estudiante pueda asumir, desde el pensamiento crítico,
una postura flexible, reflexiva, activa y coherente con las exigencias
socio-laborales, es decir, una patente responsabilidad social la cual es una condición indispensable para
el bien común y el desarrollo humano y nacional. (Jiménez, 2002)
Ante este panorama, se debe tener en
cuenta que las universidades deben estar presentes en la vida social como
agentes de cambio. O. Chávez (comunicación personal, 3 de agosto de 2011)
afirma que desde su perspectiva como educadora es básico el apoyo de los
centros universitarios para lograr cambios significativos en los planes de
estudio, en especial que se orienten a contenidos y dinámicas que despierten la
competitividad, los valores, la racionalidad y el compromiso de los alumnos por
servirle a su sociedad, pues como lo expresaba el psicólogo Jean Piaget: “La
meta principal de la educación es crear personas que sean capaces de hacer
cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que otras generaciones han
hecho”. (Ballenato, 2007)
Entonces nadie que se vanaglorie de
respetar la enseñanza puede hacer caso omiso del gran valor de la educación
como fenómeno social, y de la necesidad de modelos curriculares que logren integrar,
idóneamente, a los educandos a la sociedad, y aporten a la conformación de la realidad
cultural y laboral de los distintos grupos humanos. Porque como dijera Mauro
Fernández: “La educación es un supremo bien, pues con ella se persiguen
deliberadamente la democracia y la cultura”. Por ello es fundamental establecer
una orientación diferente en el ámbito educativo que incorpore una comprensión
más productiva de la enseñanza y el estudio. (Meier, 2010)
Para cumplir tal misión, los profesores
deben ser congruentes, es decir, el docente debe también, desde su rol
profesional y como modelo para sus alumnos, mostrar su compromiso con la
sociedad y su pensamiento crítico acerca de cuestiones significativas del
entorno educativo, laboral y social. Esto es vital pues, como señalara Gardner
(2005), son una especie de mentores para los estudiantes, por lo cual
representaría un inconveniente que los
docentes no sean un constante ejemplo para sus alumnos de una activa y
comprometida participación ciudadana, no generaran cambios de actitudes, no
incitaran a la reflexión, evitaran que el alumno participara activamente, no
promoviera la toma de conciencia o se enfocara solamente a
ser profesor académico. Si se deja de lado su labor de formadores de humanidad,
los docentes se convertirían, sencillamente, en una especie de “antivalores”
(Gardner, 2005).
Ahora bien, esta preocupación
política por lograr estándares de calidad no es reciente, ya en la Grecia
Clásica, con Platón (427-347 a.C.) y Aristóteles (384
a.C.), aparece la idea de que “la educación debe estar garantizada por
los poderes públicos” (Cano, 1998), posteriormente con las primeras casas de
enseñanza durante la Ilustración se avanza en este aspecto, pese a esto, y al
auge que le dieron los Organismos Internacionales en el siglo XX como la UNESCO, el Banco Mundial (BM), la Organización para
la Cooperación Desarrollo Económico (OCDE) y su Centro para la Investigación de
la Enseñanza (CERI) en Europa, unido a la Organización Internacional del Comercio
(OMC) y la Comunidad Europea (CE), las cuales han impactado enormemente en sus
regiones y el resto del mundo, la educación sigue presentando grandes
deficiencias en especial con la calidad educativa de cara a la globalización
(Cano, 1998).
En el caso de Costa Rica el cambio de
paradigma suscitado a finales del siglo XX ha significado una renovada manera
de percibir el mundo y cómo se da su propio desarrollo, la idea es abocarse a
una manera humanista, integral, de percibir el entorno en la cual el ámbito
educativo debe asumir una responsabilidad protagónica, así lo indica el ex
ministro de Educación, durante el período 1994-1998, Eduardo Doryam (Consejo
Superior de Educación, 2009), al señalar que los humanos solamente pueden
lograr una visión integral a través de una oferta académica en la cual tanto
los conocimientos como los procesos para construirlos, reconstruirlos y
aplicarlos, deben estar decisivamente incorporados de manera analítica y
reflexiva en el proceso educativo para desembocar en atinados mecanismos de
cohesión social y laboral, de acuerdo con las exigencias de la imperante
globalización
Sencillamente
se trata de apostar por una renovada educación, en donde se forme a los
estudiantes como ciudadanos solidarios, responsables, críticos, pensantes y
participativos. Es repensar los desafíos a la innovación educativa y establecer
un diálogo entre aprendizaje, servicio, educación y compromiso social.
Representa tomar en cuenta los nuevos
actores sociales, las nuevas problemáticas y las nuevas posibilidades de
participación para abrir los horizontes de una educación de mayor calidad y,
por ende, de una sociedad costarricense más pensante, activa, plural y
humanista. Ahora bien, como se preguntara Cheng (2007), ¿esta es la sociedad a la cual nuestros
estudiantes van a entrar luego de la graduación?, ¿los estamos preparando
adecuadamente para una integración exitosa?...
Referencias
Acevedo, L. (2011). Se busca generación de líderes. Recuperado de
http://noticias.elempleo.com/colombia/investigacion_laboral/se-busca-prn-
xima-generacin-n-de-lnuderes/6587544
xima-generacin-n-de-lnuderes/6587544
Cano, G. (1998). Evaluación
de la calidad educativa. Recuperado de http://educacion.idoneos.com/index.php/331828#Mejorar_la_calidad%3A_inspiraci%C3%B3n_de_pol%C3%ADticas_educativas
Carriego,
C. (2010). Gestionar una escuela comprometida con las demandas de su tiempo. Recuperado
de http://www.rieoei.org/deloslectores/1421Carriego.pdf
Cheng,
K. (2007). El lugar de trabajo postindustrial y los retos de la educación.
Recuperado de http://bb9.ulacit.ac.cr/bbcswebdav/courses/2C-021005G1/Cheng.pdf
Consejo Superior de
Educación. (1990). La política
educativa en el siglo XXI.
Recuperado de http://es.scribd.com/doc/17323146/Politica-Educativa-Hacia-el-Siglo-XXI
Recuperado de http://es.scribd.com/doc/17323146/Politica-Educativa-Hacia-el-Siglo-XXI
Díaz, C. (2011). Responsable
labor formativa. Recuperado de http://www.canara.org/index.php?option=com_content&view=article&id=949:responsable-labor-formativa&catid=904:comentarios&Itemid=15
Díaz, C. (2011). El
ser excelentes depende de nosotros. Recuperado de http://www.canara.org/index.php/inicio/images/stories/plugins/content/avreloaded/directorio-de
emisoras/plugins/content/avreloaded/index.php?option=com_content&view=article&id=382:el-ser-excelentes-depende-de-nosotros&catid=904:comentarios&Itemid=15
Facione, P. (2007). Pensamiento Crítico. ¿Qué es y por qué es
importante? Recuperado de http://www.eduteka.org/PensamientoCriticoFacione.php
Levy, F. & Murnane, R. (2007). How
computerized work and globalization shape human skill demands. Recuperado
de http://bb9.ulacit.ac.cr/bbcswebdav/courses/2C021005G1/Levy%20y%20Murnane.pdf
Garay, C. (2011) La
educación es tarea de todos. Blog. Recuperado de http://ciap.blogspot.es/
Gardner, H. (2005). Las cinco mentes del futuro: Un ensayo educativo. México:
Paidos.
Jiménez,
M. (2002). Educar para la responsabilidad
social. Recuperado de http://www.prohumana.cl/minisitios/feria/presenta/Educar.pdf
Laerreta, B. (2010). El
pensamiento crítico en las aulas
universitarias. Recuperado de http://www.portalfitness.com/Nota.aspx?i=7640
Martín, E. (2011). Críticos o criticones. Recuperado de http://www.lja.mx/opinion/perspectiva-tec-diana-garcia-trevino/1200-criticos-o-criticones
Meier, D. (2010). Are
National Standards the Right Move?
Educational Leadership. Recuperado de http://web.ebscohost.com/ehost/detail?hid=12&sid=040ebd0b-b736-4f4d-
9b8e11a300a8190e%40sessionmgr12&vid=3&bdata=Jmxhbmc9ZXMmc2l0ZT1laG9zdC1saXZl#db=aph&AN=48972503
9b8e11a300a8190e%40sessionmgr12&vid=3&bdata=Jmxhbmc9ZXMmc2l0ZT1laG9zdC1saXZl#db=aph&AN=48972503